No existe nada más que la pared y yo, con la banda sonora que marca mi corazón retumbando dentro me mi cabeza con fuerza y mi respiración, con la que lucho para intentar mantenerla en calma mientras que desnudo con la mirada la roca y mis manos se deslizan suavemente acariciando cada relieve, cada agujero, cada irregularidad que hace le dan su belleza particular. Ela es marca el ritmo y los pasos en un baile vertical donde únicamente tu eres su acompañante y tratas de seguirla sin perder el ritmo ni el paso, de mantener la calma, mirarla a los ojos y seguirla hasta que ella decida que el baile ha acabado. Se acercan los últimos compases, pero de repente pierdes el compás y se enfada, te empuja y dejas de sentir su tacto y todo se convierte en vacío en vacío como si de un sueño transformado en pesadilla se tratara y que la brusca parada de la cuerda al tensarse te lleva de nuevo a despertar.