lunes, 8 de abril de 2013

Be water, my friend


Nadar es algo que no se olvida, y más cuando has pasado tantas y tantas tardes dando vueltas en una pecera años atrás. Al principio la sensación es de nadar como un maldito ladrillo: Las piernas te pesan, el cuerpo se te hunde no encuentras apoyo en las brazadas y tienes esa sensación de estar siempre en el mismo sitio. Van pasando los metros largo tras largo y para tu sorpresa es como si cada músculo de tu cuerpo volviera a recordar lo que había que ir haciendo y esa sensación de ir arrastrándote como puedes  cambia. Notas que, poco a poco vas recordando los movimientos para encontrar el apoyo en cada brazada como si de una presa se tratara, a deslizarte en cada viraje y alargar cada deslizamiento y la mente se empieza a quedar en blanco al mismo tiempo que dejas de ser un cuerpo tratando de avanzar en el agua a ser parte de ella y fluir a su mismo ritmo de punta a punta de la piscina.

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